miércoles, 25 de marzo de 2015

Ah, più non ragiono!


"Dio! Loro perdonate!"

"Estamos ante la historia de una maldición. Vemos la tormenta acercarse, como ciega furia, antes del fin. Aunque Verdi no es, por cierto, un autor de lo sobrenatural, se puede decir que las maldiciones no son de este mundo: como tampoco lo es el inverosímil amor de Gilda... Pero me mantengo en el clima. La tempestad llega aquí importada del francés, del original dramático de Victor Hugo. Ya el asesino a sueldo Saltabadil del texto Le Roi s´amuse, de Hugo, la ve cubrir el cielo desde una ventana de Paris. Desde el acto Acto IV-Escena IV hasta el Acto V del poeta impera ese desorden metafórico del clima. Secuencia que condensa Piave, el libretista del exigente Verdi. Piave transplanta la acción a Mantua, y llama al criminal Sparafucile. La flauta y el flautín avanzan hasta, por ejemplo, un tronante terceto, etc. 

[...] "Los motivos musicales que caracterizan esa tormenta de Rigoletto se auguran ya en el recitativo en que Rigoletto y Sparafucile acuerdan el precio por el proyectado asesinato del Duca", explica Joan Grimalt. El fantasmal pasaje cromático a boca cerrada y el trémolo de percusión elevan la cuestión de lluvia y truenos más allá. Y el tema suave, grave, denso y dominante de las cuerdas, claro. La vendetta se podría explicar pero de aquí resulta de una entidad más bien abstracta, trágica. La maldición, que es la faz de un mundo misterioso. El tercer acto aporta un punto de irreversibilidad a la previa movilidad (que, famosamente, el duque atribuye a las mujeres pero que también lo caracteriza a él: mudadizo sexualmente voraz que esconde su identidad en los primeros contactos con Gilda). La crueldad, la saña está tanto en el aplastamiento de Rigoletto (quien en buena medida es moralmente incorregible) como en la fortuna cantarina del villano. Precisamente, aquel mentado arabesco de la premonición (flauta y flautín) presenta un pasaje dramático donde dos personajes secundarios Maddalena y Sparafucile discuten haciéndose cargo poco a poco de la fatalidad.

[...] Pero la tormenta, a diferencia del bosque, a diferencia de la caracterización de personajes, es acción pura. Pura revuelta sin forma: de ahí su poder de enlace. Como las maldiciones, la tormenta artística no pertenece a este mundo. Quizá Grimalt destaca esta capacidad globalizadora de la tormenta porque no caracteriza a nadie. No expresa un sentimiento individual, de un personaje en una concreta situación dramática, sino más bien un sentimiento general e indeterminable de la obra. Un "sentimiento de maldición", que, como tal, nunca se revela."

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