martes, 14 de junio de 2016

Non piangere Liù... Ah! Per l'ultima volta!


"..per quel sorriso, dolce mia fanciulla, m'ascolta..."


"Invisible y cautelosa, se esconde tras tu cuello esperando que bajes la guardia. Cuando te aferras a los dedos de Chopin y juntos viajáis a ninguna parte con su Concierto nº1 para piano en Mi menor, aguarda el momento de soplar suavemente tu nuca y sin piedad atestarte esa descarga eléctrica que recorre cada una de tus vértebras. Sube, baja, y vuelve a trepar por la espalda hasta los hombros, sacudiendo tus brazos sin sigilo y despertando en el camino tu vello desordenado. Ha durado un par de segundos. Quizá tres. Pero la música se ha servido de tu cuerpo para palpar el mundo terrenal por un instante, y te ha devuelto el favor regalándote ese orgasmo en la piel que los franceses llaman ‘frisson’, o lo que es lo mismo, ‘escalofrío estético’.

Aunque la música es la principal causa de este mágico espasmo, hay quien también lo experimenta abrigado en los brazos de alguien, en silencio ante de una obra de arte o rodeado de gente ante una escena en el cine. Esta tímida convulsión es un verdadero privilegio; sólo dos tercios de la población siente a menudo el estremecimiento de su piel al vivir un momento de gran emoción.

[...]

La armonía inesperada en un pasaje musical, la entrada repentina de un solista a una melodía hasta entonces constante o el súbito cambio de volumen son aliados de este escalofrío, en tanto en cuanto se presentan en el cerebro del oyente como un estímulo inesperado y positivo, convirtiéndolo en una marioneta de la música, incapaz de controlar esa emoción que nuestro cuerpo, sin permiso, ya ha traducido estéticamente."








2 comentarios:

Pteromari dijo...

A mí me pasa continuamente, sobre todo con Bach.
Bueno, y con Haendel.

Maripuri dijo...

Me gusta esta entrada. Y el artículo que enlazas, pero que muy interesante.