jueves, 4 de junio de 2015

Maria versus Callas


"Passasti al par d'amore, che un giorno sol durò."

(El aria [“Ah, non credea mirarti”] ha terminado. Escuchamos los aplausos del público.) 

MARIA CALLAS: Nunca oía los aplausos cuando terminaba el aria. Estaba perdida, como en un sueño profundo, sonámbula, como Amina. Y sin embargo estaba allí, en el centro del escenario de La Scala, vestida con un traje suntuoso, cubierta de brillantes, de auténticos brillantes; en mi apretado moño, rosas frescas recién traídas por avión desde el sur de Francia para la función... Al fin era bella... 
(La música continúa con la cabaletta, el final de la escena y de la ópera. Escuchamos la voz de Maria cantando: “Ah, non giunge”.) 
Yo no dejaba de pensar en aquella muchacha rubia y delgada, compañera mía en el conservatorio. Madame de Hidalgo le dio a ella el papel de Amina en el concierto de fin de curso. Yo estaba destrozada, quería arrancarle los ojos a la maldita rubia. A mí me dio el papel de monja en “Suor Angelica”. “Pero yo quiero cantar el papel de Amina en “La Sonnambula”, Madame de Hidalgo”... “A tu voz y a tu físico le va mejor la monja, hija mía”... Míreme ahora, Madame de Hidalgo. Escúcheme ahora... Muchas veces pienso que canto en cada representación para aquella muchacha rubia, guapa y delgada a la que aplaudieron tanto en el conservatorio. ¿Dónde estará ahora? Con sus blusas siempre recién planchadas y su bolsa llena de naranjas... Mi hermana también era rubia, guapa y delgada, pero ninguna de las dos está aquí. Yo estoy aquí. La gorda, fea, con la piel llena de granos, las gafas de gruesos cristales, vestida por Piero Tosi, cubierta de brillantes, tantos brillantes que apenas puede mover los brazos... ella es ahora el absoluto centro del universo.
Sé que todos ellos están ahí. Mis enemigos. Mi madre. Mi hermana. Las otras cantantes. Sonriendo. Esperando que dé una nota en falso. No tengo miedo, siempre he sido osada. No saben bien hasta qué punto. Alguien dijo que prefería cantar un año como la Callas que veinte como cualquier otra soprano... Ahora, la coloratura. Segunda vez. Nunca repetirlo del mismo modo dos veces.
(Ella escucha. Lentamente, el foro del escenario va convirtiéndose en el interior de La Scala.)
Y ahora la parte más genial de esta producción: Visconti ha hecho que las luces de la sala se vayan encendiendo mientras yo sigo aún cantando, lentamente, lentamente, así el público y yo salimos juntos del mismo sueño. Fue un efecto increíble, nunca ha habido una noche parecida en la historia de La Scala. Guirnaldas de rosas frescas cuelgan de los palcos, el público lleva sus mejores galas, es el estreno más importante de la temporada. Allí está la Tebaldi. Allí está Lollobrigida. Magnani. Los Rainiero. Están todos. Y allí estoy yo. En el centro del escenario más prestigioso de Europa, cantando esa coloratura. Lanzando notas como rayos. Que alguien se atreva a desafiarme. Todos me ven, pero ahora yo también puedo verlos. Les tengo donde quería. No sonríen ahora. Con cada frase, me acerco más y más a la batería. La sala se ilumina más y más a medida que mi voz sube más y más alto. El público ha dejado de respirar. Mi revancha y mi triunfo son completos. Los aplausos me transportan y me purifican. Sólo falta por cantar la última nota... He ganado, de nuevo.”



"Ah, non credea mirarti"



"Ah, non giunge..."



1 comentario:

Pteromari dijo...

Impresionante la Callas, aunque sea un texto de ficción.

Parece que sus únicos momentos felices fueron los de su faceta artística, y como se quedó sin voz tan pronto...