jueves, 7 de mayo de 2015

Shakespeare y Gounod


"Seigneur, Seigneur, pardonne-nous!"

"No podía ser de otra forma. Cuando baja el telón al final de la representación, los dos amantes yacen muertos sobre el escenario. Él, tras ingerir el veneno, después de creer que su amada Julieta ha bebido una pócima mortal. Ella, autoinmolándose por amor cuando descubre que Romeo ha puesto fin a su vida. Una vez más, como en toda auténtica ópera romántica, un destino absurdo, pero inexorable, impide a los protagonistas hallar la felicidad, la paz o la consumación de su amor en este mundo. Porque el amor romántico es -no lo olvidemos- un amor siempre imposible, un amor que se vive desde el sufrimiento y que se enfrenta a barreras y convenciones sociales, étnicas, políticas o familiares siempre infranqueables. En el Romanticismo, la felicidad está claramente desacreditada. Deben sufrir hasta el límite, hasta poner fin a sus vidas, estos jóvenes amantes protagonistas de una historia de amor irrealizable a causa de rivalidades familiares o de clanes: capuletos y montescos, güelfos y gibelinos, zegríes y abencerrajes... Lo mismo da. De lo contrario, no serían los personajes principales de una historia de amor romántica. Y Shakespeare fue un gran dramaturgo romántico...

En su autobiografía, Gounod dejó escrito que “para un compositor, no hay sino un camino a seguir para hacerse de un nombre, y éste es el teatro, la ópera. El teatro es el lugar donde uno encuentra la oportunidad y la manera de hablar cada día al público; es una permanente exposición abierta al músico. Abstractamente considerada, la música religiosa y sinfónica está en un orden más alto que la música dramática, pero las oportunidades y los medios para hacerse conocido con ella son más lejanas y brindan un contacto sólo intermitente. Un compositor dramático tiene la opción para elegir una infinita variedad de temas. El teatro me tentó”. A partir de entonces, la actividad principal de Gounod se dirigió hacia la creación operística. Y, por ello, se produjo su descubrimiento de la obra del dramaturgo más grande de todos los tiempos. Estaba claro que dos grandes hombres del teatro como Charles Gounod (1818-1893) y William Shakespeare (1564-1616) antes o después tenían que encontrarse, como ocurrió con otros tantos compositores románticos."

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