sábado, 2 de mayo de 2015

When I am laid in earth


"Remember me, but, ah!, forget my fate"

“... La reina Dido hizo de Eneas un huésped digno y le trató cariñosamente desde el primer momento. Tanto, que lo que comenzó por ser una deferencia natural, se convirtió bien pronto en un apasionado amor. También Eneas quedó cautivado por la belleza de la reina Dido, hasta que acabó correspondiendo a la ternura de ella y selló los arrebatos de su deseo con un imprudente juramento:

 – Te juro – dijo a su amada – que me casaré contigo para que se fundan nuestros pueblos – el troyano y el fenicio – en uno solo.

Sin embargo, Júpiter había resuelto otra cosa. Tenía dicho a los troyanos que su fin era Italia. Y es que el dios de los dioses deseaba convertirle en el tronco de la más gloriosa raza del orbe: la de los romanos. Eneas recibió en sueños el mensaje de la voluntad divina. Inmediatamente debía abandonar las costas africanas y reemprender viaje con sus naves rumbo a Italia. El héroe troyano comprendió que de nada le valdría con Dido ninguna clase de explicaciones para justificar su marcha. Por consiguiente, decidió salir de Cartago sin que ella se apercibiera.

Cuando la reina Dido tuvo noticia de la partida de su amado, la desesperación llenó todas las medidas de lo concebible. Estaba como enloquecida, sin que nada ni nadie pudiera consolarla. Hubo un momento en que quiso ir en persecución del que creía engañoso amante, pero cuando se dio cuenta de que no podría nada contra la voluntad de los dioses, deseó la muerte desesperadamente. Entonces ordenó preparar una enorme pira hecha de leña resinosa y roble, depositó en la cima una espada, el ropaje y una imagen de Eneas e hizo que le prendieran fuego. Y cuentan que sin cesar en sus lamentaciones y lágrimas, subió las gradas de la inmensa hoguera y se arrojó a las voraces llamas. Y mientras la reina Dido moría abrasada en la hoguera, Eneas bogaba con viento favorable hacia la tierra prometida."


"Las mejores leyendas mitológicas", selección de José Repollés


"Cuando yazca en la tierra,
que mis errores no le creen 
ningún problema a tu pecho.
Recuérdame, pero, ¡oh!
olvida mi destino."

Anne Sofie Von Otter:



Joyce DiDonato:




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