jueves, 12 de febrero de 2015

In quelle trine morbide


"Ed io che m'ero avvezza a una carezza voluttuosa..."


"Fue, desde su aparición a mediados del siglo XVIII, protagonista de una de las novelas más populares de la historia de la literatura francesa. No cabe duda de que Manon, frívola, frágil, ingenua, tierna, sensual, caprichosa, presumida, y ya curtida, ¡qué remedio!, en los instantes finales, antes de morir en el desierto de Luisiana, es una de las criaturas más fascinantes de la historia de la ópera, atrajo no sólo a Puccini (1893), también había atraído con anterioridad a Auber (1856), Massenet (1884), y atraerá posteriormente a Hans Werner Henze (1952), pero el tema de esta alocada jovencita francesa, que se debate entre el desenfreno amoroso y la ambición por el mundo material, dio lugar a numerosas películas (una de ellas, Manon, de Henri-Georges Clouzot, estrenada en 1949, fue la que inspiró a Henze) y series de televisión.

Con un personaje tan caleidoscópico, tan seductor, no era difícil, dado el talento de Puccini, convertir una de sus intervenciones, "In quelle trine morbide", en una auténtica obra maestra, que algunos, como Kurt Pahlen, no dudaron en calificar como "quizás la mejor aria para soprano de la historia de la ópera", no me atrevo a decir tanto, emplear términos como el mejor o la mejor siempre me ha producido rechazo. Lo sorprendente es que esta maravilla que introduce Puccini en el segundo acto de su ópera Manon Lescaut asombra por su belleza y también (¿por qué no?) por su escasa duración, no llega a los tres minutos.

Estamos en el París del siglo XVIII, la joven y hermosa Manon Lescaut, después de rechazar ingresar en un convento y fugarse con el joven estudiante De Grieux para vivir en una humilde casita en París, ha terminado abandonándolo sin una triste despedida, sin un beso, como dice ella. Ahora vive con el viejo Geronte de Ravoir, un rico terrateniente, en una lujosa mansión. Cuando comienza el segundo acto nos la encontramos en un salón de la casa de Geronte, está acompañada de su hermano, el sargento Lescaut, que ha ido a visitarla. La joven, en medio de tanta opulencia, encuentra en su hermano a un confidente y le abre su corazón: además de sentir remordimientos por haber abandonado a De Grieux, siente nostalgia, y es entonces cuando entona esta famosa aria, "In quelle trine morbide", que podemos dividir en tres partes bien diferenciadas musicalmente:

1ª) Lamento: In quelle trine morbide... nell'alcova dorata v'é un silenzio gelido, mortal, v'é un silenzio, un freddo che m'agghiaccia! (¡Tras estas delicadas cortinas... de la dorada alcoba hay un silencio helado, mortal, un silencio, un frío que me hiela!)

2º) Recuerdos voluptuosos: Ed io che m'ero avvezza a una carezza voluttuosa, di labbra ardenti e d'infuocate braccia... or ho tutt'altra cosa! (¡Y yo que me había acostumbrado a una caricia voluptuosa de ardientes labios y apasionados brazos... tengo ahora todo lo contrario!)

3º) Nostalgia, añoranza o deseo: O mia dimora umile, tu mi ritorni innanzi gaia, isolata, bianca come un sogno gentile di pace e d'amor! (¡Oh, mi humilde morada, vuelves a aparecer ante mí, alegre, apartada, blanca, como un grato sueño de paz y amor!)"



Mirella Freni:




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